Asistí al Primer Encuentro de Escritores por la Tierra, celebrado en la Casa de los tres Mundos en la bellísima ciudad de Granada, Nicaragua, en marzo de 2007, gracias a Mare Terra Fundació Mediterrània.
Una noche, en el patio del hotel Darío donde me alojaba, tuve el privilegio de tomar una copa con Ernesto Cardenal, Angel Juárez y el general Humberto Ortega hermano del presidente de la república de Nicaragua. Quizás me falle la memoria de una hazaña entre magia, jet lag, vapores etílicos y nocturnidad: ¿Puede que en aquel grupo también estuviese el fotógrafo Enric Leor, el documentalista Luis Miguel Dominguez y el escritor Juan Carlos Ruiz? Puede.
Pues bien, en aquella ocasión Ernesto Cardenal habló sin pelos en la lengua y recriminó al general – como si se tratase de un niño malo – su riqueza. Intuí una brecha abierta entre el padre Cardenal y los Ortega. Una brecha que se ha hecho evidente con la persecución de un personaje honesto, un gran poeta, condenado injustamente por un juicio de injurias.
En aquellos días, hubo una recepción en la Casa de los tres Mundos, una cena, donde se leyeron algunos poemas. Las magnificas voces de Juan Carlos Ruiz y la y la actriz Mercè Rovira declamaron un poema mío que quiero dedicar en solidaridad al admirado Ernesto Cardenal.
El halcón que te devora el hígado Dedicado a Ernesto Cardenal
Soy el campesino que labra la pobreza,
la lluvia escurridiza de los océanos
entre la aspereza de mis manos.
Galopan los raudos caballos
de climas cambiantes,
sobre el suelo de la Tierra
se derriten las nieves de los años.
Solo tengo piedras entre mis arados.
Soy el pez gordo que contamina los ríos,
el pez grande que se come al chico,
la ley del más fuerte, a gritos,
la megafonía de los supermercados.
Soy el niño que camina descalzo
en los días azules, entre latas y plásticos
un golfillo que se busca la vida soy.
Entre suburbios de cartones
construyo futuros y esperanzas para hoy.
Yo soy el soldadito del Señor del Horror.
Tengo miedo a las balas y al valor
los poderosos me arman con un fusil
para que mate los sueños de mil en mil.
Sin ninguna razón esta es mi suerte:
me alistaron en nombre de una Patria,
la lozana Señora de la Muerte.
Yo soy la mujer maltratada.
El eclipse de Luna en el tejado,
la cara oculta del odio cerrado.
Llevo mi blusa rasgada
por la navaja del cretino.
Soy el reposo del guerrero,
el polvo del domingo,
la calma de los celos
por un cheque de tres ceros.
Soy el bálsamo del miedo
escurridizo como el gato.
Soy la puta que se desnuda.
Por la paz de un minuto
me abro de piernas
de la Habana a Calcuta
entre los mares del mundo.
Soy aquella niña violada
por los cuervos del dinero,
por el precio de la Nada.
La heroína local
La tierna infancia perdida
entre el Bien y el Mal
en un agujero de la roca.
El caballo blanco se desboca,
la inocencia como el cristal
en los dientes de mi boca.
Yo soy árabe convertido en judío
en el campo de exterminio
de Auschwitz prisionero
en todas partes abandero
al pobre y al extranjero.
Soy el niño palestino muerto
en las portadas de un diario.
El halcón que te devora el hígado.
Un pobre desaparecido
en los Cielos del Océano.
Soy la madre de Sebreninka.
La sangre de las víctimas,
agonía de la raza humana.
Soy Hutu de noche
y Tutsi de día
loco de atar
y cuerdo de morir.
Por ti, solo viviría.
Entre el odio y el miedo.
La carne del sufrimiento,
yo soy humano y rastrero
y vil y astuto y pendenciero.
El reo que vive soy.
Los suspiros de la tarde.
En el blanco corredor
de la Muerte
me siento cobarde.
Soy un truhán descalzo,
un hombre sin suerte,
sobre la tristeza de los prados
cada día es un regalo.
Ya no quiero morir
sin oler las flores del viento.
Soy el inocente muchacho
de su infancia y circunstancia,
el culpable de las primaveras.
El preso por decreto azotado.
El niño obrero de las minas
a las seis de la madrugada
en los laberintos de la esperanza.
La carne de cañón
del sistema sin razón.
Yo soy el perro pulgoso
que en las esquinas se mea.
Establezco fronteras,
provoco problemas,
y levanto alambres de espinos.
En nombre de los gobiernos
bailo con la más fea.
Yo soy el nocturno navegante
el clandestino emigrante
de los cayucos y las pateras.
El Ulises del hambre, soy,
la espalda mojada de las conciencias
entre monstruos y sirenas.
Yo soy el enfermo de sida
tendido en los hospitales de Troya,
soy el maricón de las tabernas de Roma.
Me insultan las ratas viejas y
se me cagan encima las palomas.
Soy poeta en Nueva York, fusilado
por los hijos del rencor.
Soy el esclavo negro y humillado,
el príncipe de África destronado
por el odio blanco entre la seda fría,
entre la cruz y la mano tendida.
Compañero de mi Soledad
alzo la dorada cerveza
y brindo por la humanidad entera
con la espuma de la tristeza.
Soy un beso en Nicaragua,
un abrazo en Brasil, soy,
humano entre los humanos,
hermano de mis hermanos.
Soy el indio de las selvas tropicales
duermo en las extensiones vegetales
de nuestra memoria colectiva.
Soy un tapir y un hombre lobo,
la tiña de los forestales, soy.
Soy Cristo crucificado en televisión
Mahoma revelado en los tribunales
Gandhi mil veces denostado.
Soy Martin Luter King
soñando ser soñado.
Francesc Valls-Calçada , Tarragona.