Nosotros creemos en la capacidad de la región de América Latina y el Caribe de erradicar el hambre, habida cuenta de su enorme potencial natural, económico, humano y productivo, unido a la voluntad expresa de muchos de sus gobiernos. Por ello consideramos que es posible y necesario ser más ambiciosos y duplicar la apuesta del primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU (ODM 1), que buscan reducir a la mitad el hambre en la región para 2015. En este sentido, la erradicación de la desnutrición crónica infantil para ese mismo año es considerada una meta intermedia de la Iniciativa.
Según los últimos datos de FAO, existen 52 millones de personas subnutridas en América Latina, lo que representa el 10 % de la población total. Esta cifra media esconde unas enormes diferencias entre países, en el continente más desigual del mundo. Mientras que Argentina apenas tiene un 2,4 % de subnutrición, Haití sufre de un 47 % y Guatemala de 23 %.
Si la región llegase a cumplir con el primer Objetivo del Milenio, todavía nos quedarían 26 millones de personas subnutridas, una cifra escandalosamente alta para que nos sintamos satisfechos con ella.
La reducción del hambre a sólo la mitad parece además un objetivo poco ambicioso y moralmente dudoso en una Región cuya producción de alimentos es cuatro veces mayor que el consumo. Y no olvidemos que la seguridad alimentaria –contar con acceso a alimentos suficientes en cantidad y calidad- es un derecho de las personas que los Estados deben garantizar.
Es por ello que planteamos esta Iniciativa, para que con un esfuerzo suplementario en un período de tiempo un poco más largo, podamos conseguir la eliminación total del hambre en la región de América Latina y el Caribe.
¿Que consecuencias tendría la erradicación del hambre en la región?
Todas ellas positivas: la reducción del hambre es una buena inversión económica a corto, medio y largo plazo, porque repercute en un mayor crecimiento económico y en una mayor competitividad. Con una numerosa fuerza laboral desnutrida no se puede ser competitivo. Por ello los fondos asignados a la lucha contra el hambre han de ser vistos como inversión, no como un gasto social.
La erradicación del hambre favorece el desarrollo pleno de la democracia y la ciudadanía: con el estomago vacío no se participa. El hambre alimenta las tensiones sociales y repercute en la gobernabilidad y en el pleno desarrollo de la democracia como sistema político.
Se deben hacer todos los esfuerzos para que las democracias latinoamericanas satisfagan las necesidades primarias de los ciudadanos, tales como la alimentación, la educación, la salud y la vivienda, a fin de evitar que la ciudadanía termine deseando el retorno de modelos autoritarios de viejo cuño.
¿Porqué lanzar ahora este desafío?
Consideramos que es el momento adecuado. América Latina vive un momento de crecimiento económico que no experimentaba desde hace dos décadas (con un crecimiento medio superior al 4 % anual). Además, las elecciones de 2005-2006 han colocado nuevos gobiernos al frente de sus países que están revalorizando las cuestiones sociales, colocándolas en muchos casos por delante de los temas económicos o de seguridad.
Se está produciendo un giro de largo alcance en el papel del Estado como conductor de la política y la economía del país, y no como mero ente regulador. El Estado está recuperando espacios perdidos en los 90, con una mayor participación para garantizar los derechos mínimos de sus ciudadanos, y como responsable de una mayor cohesión social: mejor reparto de beneficios y red de protección social más inclusiva.
América Latina y el Caribe tienen la capacidad para erradicar el hambre ahora. Hay que movilizar a la sociedad en su conjunto para terminar con el hambre, pues es un objetivo moralmente incuestionable y alcanzable en esta generación.
¿En que consiste la iniciativa “América Latina y Caribe sin Hambre” impulsada por la Oficina Regional de la FAO que usted dirige?
La Iniciativa fue propuesta por el Presidente Lula y su homólogo de Guatemala, Oscar Bergér, en octubre de 2005, durante una reunión de la FAO en la cual sus países miembros decidieron desarrollar acciones concretas con un objetivo: erradicar el hambre y garantizar la seguridad alimentaria y nutricional de todos habitantes de los países de América Latina y el Caribe, reforzando los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) hasta el 2015 y más allá si fuera necesario.
Para ello será necesario apoyar el desarrollo de políticas públicas y programas para erradicar el hambre mediante compromisos de Estado -representado por el Gobierno, el Congreso, la sociedad civil y el sector privado-, que se traduzcan en una institucionalidad de la seguridad alimentaría y nutricional y en la implementación de un Plan de Acción con una asignación de fondos presupuestarios acordes con la magnitud del problema en cada país. De hecho, uno de los objetivos explícitos del proyecto es plasmar la movilización política contra el hambre en una mayor asignación de recursos financieros, humanos e institucionales.
Esperamos contar con apoyo presupuestario procedente de la Ayuda Oficial al Desarrollo, que en ciertos casos, podría ser canalizado a través de la FAO y sus programas de apoyo a países. La iniciativa cuenta ya con el apoyo generoso de diversos donantes, entre ellos España.
Aunque la Iniciativa ALCSH tiene una cobertura regional, en su inicio concentrará sus esfuerzos en los países con mayor índice de subnutrición, como Haití, Guatemala, Nicaragua o Ecuador y se dará prioridad a la lucha contra la desnutrición crónica infantil.
¿Qué puede aportar Brasil a la iniciativa?
El éxito alcanzado por el programa “Fome Zero” puede ser muy útil a la Iniciativa ALCSH. La experiencia brasileña nos indica que los objetivos que aglutinan a toda la población, y en la cual todos y cada uno de los ciudadanos se sienten participes cuentan con más apoyo popular. Son menos cuestionados y mejor entendidos.
El presidente Lula, impulsor de “Fome Zero”, ha apoyado desde el principio el proyecto ALCSH, que ha defendido en diversos foros internacionales como elemento dinamizador de la cooperación y desarrollo en la región. En su visita a la sede regional de la FAO en Santiago de Chile, Lula convocó a todas las naciones a comprometerse en la lucha contra el hambre e insistió en que el siglo XXI “es el siglo de Latinoamérica”, en el que la región se posicionará como una potencia del desarrollo y del impulso económico a nivel global.
El apoyo de Lula se inscribe en los esfuerzos que realiza el Quinteto contra el Hambre, en el que hay tres países Iberoamericanos: Brasil, Chile y España.