“Turismo y desarrollo sostenible son compatibles” Por: Ángel Juárez (Presidente de Mare Terra Fundació Mediterrània)

agosto 22, 2008

Ángel Juárez

Ángel Juárez

Nicaragua es un país de naturaleza exuberante. Su territorio encierra paisajes de belleza enigmática e indescriptible, más si cabe, desde la mirada de un extranjero que, como yo, puso por primera vez sus pies en esta tierra hace unos años para volver, siempre que los compromisos profesionales lo permiten, cada poco tiempo. El territorio nicaragüense, con 75 áreas protegidas en diferentes categorías, es una de las grandes reservas naturales de Centroamérica.

Volcanes, playas, lagunas, lugares como la isla Ometepe, la más grande del mundo dentro de un lago de agua dulce – que además ha sido postulada recientemente a la candidatura de las 25 maravillas naturales del mundo – ó mi querido Solentiname, archipiélago de artistas, sólo por citar algunos lugares, son reclamos magníficos para atraer un turismo diferente y fomentar el ecoturismo como actividad económica.

Actualmente, el turismo es uno de los mayores componentes del comercio internacional. Tiene ventajas comparativas importantes sobre otras actividades productivas: depende de recursos que son netamente del patrimonio nacional, tales como los atractivos naturales, históricos, culturales y sociales. Como actividad económica genera productos, divisas, empleo, inversiones y mano de obra, atacando estructuralmente el desempleo.

Turismo y desarrollo sostenible pueden ir de la mano para mejorar las condiciones de vida de las gentes del país, pero para ello, es necesario que los ‘nicas’ crean en su propio potencial. Sin ir muy lejos, Costa Rica ha logrado convertirse en un destino de moda para los amantes de la naturaleza en todo occidente. Algunos dirán que la infraestructura del país no es la óptima, pero si lo que queremos es atraer a un turista responsable y comprometido no necesitamos complejos hoteleros de lujo y autopistas. No es un modelo de turismo de masas al que me refiero y, es más, creo firmemente que adoptarlo sería a largo plazo un desacierto para el país.

En la isla de Solentiname, la entidad ecologista que presido, Mediterrània-CIE está llevando a cabo una experiencia piloto en este ámbito. Se ha creado una pequeña infraestructura que permite atraer pequeños grupos a conocer la isla. Además, el centro de Mediterrània-CIE funciona como sede de operaciones de pequeños proyectos de investigación del medio natural alojando grupos de biólogos, ambientalistas etcétera.

Desgraciadamente, Nicaragua es un país con altos índices de pobreza. Aunque el turismo ya es la principal fuente de entrada de divisas al país, hasta hoy, la nación no ha jugado un papel importante ni en el turismo regional ni tampoco en el turismo mundial. Por el momento, el principal reto al que se enfrenta la actividad en el país es su imagen para el turista, o mejor dicho, la falta de ella. Nicaragua es conocida internacionalmente por su revolución y la lucha de todo un pueblo para cambiar las cosas. ¿Por qué no puede ser conocida ahora por su riqueza natural y su atractivo turístico? Aunar el espíritu luchador del pueblo nicaragüense en ese sentido es un primer paso hacia el desarrollo de una verdadera industria ecoturística, que fomente un desarrollo sostenible del país y erradique la pobreza de amplias capas sociales.

Nicaragua necesita otra revolución, en este caso económica, para llevar el bienestar a sus ciudadanos. El pueblo se lo merece.